Incié mi trabajo con adolescentes cuando tenía 16 años. Mi iglesia local no tenia un espacio o ministerio específico para nuestro grupo de edad. Los adolescentes siempre han tenido la mala fama de complejidad, rebeldía y cambios. La realidad es que aunque la adolescencia es una etapa de serios cambios en el cuerpo, personalidad , emociones y decisiones de los adolescentes, también es cierto que no todos los adolescentes son iguales.
Mi iglesia me autorizó, para iniciar un estudio bíblico para los adolescentes en la casa de una vecina. Estudiaríamos el libro de Josh McDowell “no dejes tu cerebro en la puerta”. Este libro me resultaba fascinante porque nos enseñaba a razonar y conocer mejor nuestra fé cristiana. Nos reuníamos semanalmente por una hora y media en la casa de esta madre soltera quién nos abrió sus puertas. Nunca olvidaré este tiempo y el inicio de una pasión de invertir en la fé y el disimulado de adolescentes. En esa época con los limitados recursos que existían en español, y mi conocimiento del idioma inglés conseguí los libros de Elizabeth Elliot quien se convirtió a través de sus escritos en mi mentora. Al día de hoy permanece el impacto de esta mujer misionera en mi vida y su testimonio de fidelidad, fe apasionada y firmeza desde su juventud. Anhelaba ver más jóvenes y adolescentes como ella, comprometidos con Cristo, abrazando el costo del discipulado y amando a Dios y a los demás sobre todas las cosas.
Por épocas de la vida esto ha cambiado pero generalmente en mi vida hay por lo menos una adolescente con quién estoy en relación de discipulado y mentoría. En una generación como la actual, llena de confusión de identidad, familias disfuncionales, confusión sexual y de valores, es vital que cada adolescente tenga adultos seguros, que les apunten a Cristo y los ayuden a navegar las aguas de la vida con verdad, gracia y mucho humor. No minimicemos , el poder de invertir en la etapa de transición de la niñez a la vida adulta en donde muchos o se encuentran a sí mismos en Cristo y se alejan de Él. Lo que sembremos en esos corazones y lo que modelemos a esas vidas quedará presente en sus mentes aunque no veamos un fruto a corto plazo.
Un adolescente no necesita demasiado:
- Necesita alguien que lo escuche y lo guíe, no convirtiéndose en la fuente misma sino apuntándoles a una relación sólida con Dios, que les sostendrá a través de todas sus vidas.
- Necesita alguien que cumple lo que promete: si le prometes una salida, o un regalo pequeño, asegúrate de estar ahí. Esto no solo le ayudará a confiar , sino que les enseñará a ser igualmente personas que cumplen su palabra.
- Los adolescentes necesitan amor y gracia. Enseñarles límites físicos es vital y a la vez expresarles amor puede ser complejo. No necesita serlo: una palmada corta en el hombro o una palmada en la cabeza, un choque de puños o de las manos (High five) puede ser suficiente. Recuérdales el valor de abrazar a sus padres y a sus hermanos aunque en esa época de la vida puede parecer extraño, ellos necesitan ese afecto aunque en dosis controladas. Recuerda que ellos siempre quieren parecer cool.
- Necesitan un adulto que no reaccione sino que accione. El adolescente puede tener reacciones y respuestas que nos sintamos irrespetados. Pero si reaccionamos igual que ellos no estamos mostrando madurez ni dándoles ejemplo de manejo emocional sano. No necesitas gritar para ser firme, no necesitas ofender porque has sido ofendido. Sorprende la cantidad de adultos que aún vivimos en adolescencia emocional. La madurez implica aprender a manejar tus emociones de manera saludable.
- Necesitas orar por los adolescentes. No te apoyes en tu propia prudencia. Ora y busca la sabiduría que solo viene de Dios porque los adolescentes no vienen con manual de instrucción.
Actualmente tengo el privilegio de ser mentora de dos adolescentes. Aprendo de ellos y siento que Dios cultiva el fruto del Espíritu en mi vida a través de esta relación. Los padres de adolescentes pueden sentir lo mismo y como Dios usa a sus hijos para trabajar en ellos. Recordemos que :
“Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.” Gálatas 5:22-23
Hoy me desperté pensando y buscando literatura de cómo puedo hacerlo mejor. Quiero lo mejor para que estos adolescentes, que tengan un caminar recto en la vida, que puedan vivir vidas adultas agradables a Dios y fructíferas en todo lo que emprendan. Más que todo quiero que conozcan a Dios como la persona más increíble, permanente, amoroso, fiel y bueno que conocerán. Que puedan correr a Él en medio de sus dudas, tiempos de confusión, tristeza y ansiedad. Que aprendan que en Cristo encontramos el perdón de nuestros pecados y la gracia para enfrentar nuestros errores y los pecados de los demás que también nos afectan o hacen daño. Que puedan ser agradecidos cada vez logren algo para lo cual se han esforzado o cuando reciban algo anhelado. Que puedan tener las herramientas para desarrollar y mantener relaciones saludables, con límites adecuados a lo largo de sus vidas. Pero principalmente: que Dios sea su seguridad, refugio; su Señor y a la vez su mejor amigo. Esta es mi oración para estos adolescentes y todos los adolescentes del mundo. Espero continuar compartiendo posts acerca del discipulado, la mentoría y la adolescencia desde una perspectiva bíblica y práctica. ¡No dudes en enviar tus preguntas y aprendamos juntos!
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